sexta-feira, junho 28, 2013

Vandalismo

A título de curiosidade.

VANDALISMO vem do Latim Vandalus, nome dado ao grupo germânico que afrontou e saqueou Roma em 455, sob a chefia de Genserico. A eles é atribuída a generalizada falta de narizes das belas estátuas que lá estavam e representavam o poder do império romano.

Este grupos não parecem ter sido numerosos; ainda assim, tomaram algumas províncias romanas com grande rapidez e, depois de instalados, não encontraram grandes resistências por parte das populações nativas, fato que se relaciona com as condições sociais da conjuntura de crise que antecedeu a conhecida "Queda do Império Romano do Ocidente". 

Os vândalos iniciaram e foram definitivos para a derrubada de um dos maiores impérios de todos os tempos, ocuparam e se estabeleceram na atual Andaluzia, sul da Espanha. Essa região era conhecida nesse período de transição da Antiguidade para Idade Média como "Regnum vandalorum". 

Não confundam essa retomada histórica e etimológica com algum tipo de justificativa para atos de violência. Ainda mais contra moradores, carros, casas o que não tem nenhum sentido político ou simbólico.

Mas que é interessante saber as raízes das palavras com que estamos trabalhando, isso é. 


Coisas que chamaram atenção e reflexões sobre a manifestação na praça da matriz de 27/06/13.


O repórter da globo estava caminhando com 5 enormes seguranças. 

Um helicóptero com letreiro parou em cima da praça. 

O texto tinha um tom nacionalista (quase integralista, anti-partido, ufanista, bairrista), que o movimento em geral e até eu aqui no blog tenho criticado. Quem tem como pagar um helicóptero para "se manifestar" ta reclamando do que?  Enfim, liberdade né. Com essa a direita da mais conteúdo para suas contradições e se expõe ao ridículo. Não vi destaque na imprensa sobre a presença desse helicóptero expondo bobagens e provocações no letreiro enquanto a população o repudiava lá de baixo. 

Fica evidente a presença de jovens, muitos menores, encomendados para provocar a polícia e produzir medo nas pessoas com iminentes arrastões organizados. 

Organizar as manifestações no período diurno, talvez pela manhã, seria uma estratégia para coibir que esses grupos ajam e coloquem trabalhador contra trabalhador. Ir para a praça já foi uma tentativa nessa direção. No entanto, fazer durante o dia implica em problemas de organização para nós manifestantes. 

A polícia usou mais a inteligência na distribuição e ocupação de espaço aos arredores ontem, isso ficou visível pela primeira vez. Pode usar muito mais e ser mais eficaz. A polícia errou em criar um funil na praça da matriz e impedir as pessoas de saírem dali. Apesar dos atos ocorridos, muitos outros foram inibidos por essa distribuição mais pensada.  

Quanto mais inteligência for usada menor será a violência, tanto por parte da polícia quanto daqueles que vem pra isso. Esse é um elemento fundamental na desmilitarização das polícias, inteligência. 

A criminalidade filha da grosseira desigualdade social está dando tapa na cara de quem nunca foi tocada por ela, não houve carinho entre o toque e o tapa. Essa transição direta assusta nós que vivemos em espaços ditos não violentos, isso é natural. 

O valor que se dá a vida é aquele que esses meninos recebem (R$) para arriscá-la. Isso mesmo, por alguns trocados, um tênis, uma camiseta, esses jovens arriscam a vida, esse é o valor que eles dão à vida.

Além disso, pode-se sentir o cheiro da pulsão de morte, conceito de Freud para ações que levariam à segregação de tudo o que é vivo, à destruição. O inconsciente de meninos busca a morte pelo contraste com a vida que levam e o que ela os oferece.  

O julgamento moral e penal já é feito há tempos, o que esses tempos estão nos perguntando é quais outros julgamentos teremos capacidade de fazer? 

Esses protestos, que já estão na história, estão exigindo maior elasticidade do nosso repertório interpretativo, sem participar e tendo a imprensa como fonte básica, as chances de uma compreensão aproximadamente plausível é pequena. 

Dentre as inúmeras conquistas em processo uma delas é ver as conversas, as reuniões familiares, os espaços públicos e a internet sendo palco de debates e reflexões menos individuais de auto promoção e mais coletivas e politizantes. 


terça-feira, junho 25, 2013

El precio del progreso


Por Boaventura de Sousa Santos *

Con la elección de Dilma Rousseff como presidenta, Brasil quiso acelerar el paso para convertirse en una potencia global. Muchas de las iniciativas en ese sentido venían de antes, pero tuvieron un nuevo impulso: la Conferencia de la ONU sobre medioambiente, Río+20 (2012), el campeonato mundial de fútbol en 2014, los Juegos Olímpicos en 2016, la lucha por un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el papel activo en el creciente protagonismo de las "economías emergentes" (BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), la nominación de José Graziano da Silva para director general de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en 2012, y la de Roberto Azevedo para director general de la Organización Mundial de Comercio, en 2013, una política agresiva de explotación de los recursos naturales, tanto en Brasil como en África, especialmente en Mozambique, el impulso de la gran agroindustria, sobre todo para la producción de soja, agrocombustibles y ganado.
Beneficiado por una buena imagen pública internacional, ganada por el presidente Lula da Silva y sus políticas de inclusión social, este Brasil desarrollista se impuso al mundo como una potencia de nuevo tipo, benévola e inclusiva. Por eso, no podía ser mayor la sorpresa internacional ante las manifestaciones que en los últimos días llevaron a las calles a cientos de miles de personas en las principales ciudades del país. Mientras que frente a las recientes manifestaciones en Turquía fue inmediata la lectura sobre las "dos Turquías", en el caso de Brasil fue más difícil reconocer la existencia de esas dos caras. Pero está a la vista de todos. La dificultad para reconocerla reside en la propia naturaleza del "otro Brasil", un Brasil escurridizo a los análisis simplistas. Ese Brasil está compuesto por tres narrativas y temporalidades.
La primera es la narrativa de la exclusión social (es uno de los países más desiguales del mundo), las oligarquías terratenientes, el caciquismo violento, las élites políticas restringidas y racistas, una narrativa que se remonta a la época colonial y que se ha reproducido en formas siempre cambiantes hasta hoy. La segunda narrativa es la reivindicación de la democracia participativa, que se remonta a los últimos 25 años y tuvo sus puntos más altos en el proceso constituyente que condujo a la Constitución de 1988, los presupuestos participativos en las políticas urbanas de cientos de municipios, la destitución del presidente Collor de Mello en 1992, la creación de los consejos de ciudadanos en las principales áreas de las políticas públicas, especialmente en salud y educación, en los diferentes niveles de acción estatal (municipal, estadual y federal). La
tercera narrativa tiene apenas diez años de edad y se relaciona con las vastas políticas de inclusión social adoptadas por el presidente Lula desde 2003 y que llevaron a una significativa reducción de la pobreza, la creación de una clase media con profunda inclinación consumista, el reconocimiento de la discriminación racial contra la población afrodescendiente e indígena, y las políticas de acción afirmativa y de ampliación del reconocimiento de los territorios de los quilombos (asentamientos afrobrasileños) y de los indígenas.
Desde que asumió Rousseff se ha producido una desaceleración o incluso un estancamiento de las dos últimas narrativas. Y como en política no hay vacío, el espacio que ellas fueron dejando comenzó a ser aprovechado por la primera y más antigua narrativa, que ganó vigor bajo el nuevo ropaje del desarrollo capitalista a toda costa y las nuevas (y viejas) formas de corrupción. Las formas de democracia participativa fueron cooptadas, neutralizadas en el dominio de las grandes obras de infraestructura y megaproyectos, y dejaron de motivar a las generaciones más jóvenes, huérfanas de una vida familiar y comunitaria integradora, deslumbradas por el nuevo consumismo u obsesionadas por su deseo. Las políticas de inclusión social se agotaron y dejaron de corresponderse con las expectativas de quienes se sentían merecedores de más y mejores condiciones. La calidad de la vida urbana empeoró en nombre de los eventos de prestigio internacional que absorbieron las inversiones que debían mejorar el transporte, la educación y los servicios públicos en general. El racismo mostró su persistencia en el tejido social y en las fuerzas policiales. Aumentaron los asesinatos de líderes indígenas y campesinos, demonizados por el poder político como "obstáculos al desarrollo", sólo porque luchan por sus tierras y sus modos de vivir contra los agronegocios y los megaproyectos mineros e hidroeléctricos (como la represa de Belo Monte, destinada a proporcionar energía barata a la industria extractiva).
La presidenta Dilma fue el termómetro de este cambio insidioso. Asumió una actitud de abierta hostilidad hacia los movimientos sociales y los pueblos indígenas, un cambio drástico en comparación con su antecesor. Luchó contra la corrupción, pero dejó para los socios políticos más conservadores la agenda que consideró menos importante. Así fue como la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, históricamente comprometida con los derechos de las minorías, fue entregada a un pastor evangélico homofóbico y promueve un proyecto legislativo conocido como "la cura gay".
Las manifestaciones revelan que, lejos de haber sido ser el país el que ha despertado del adormecimiento, fue la presidenta quien despertó. Con los ojos puestos en la experiencia internacional y también en las elecciones presidenciales de 2014, la presidenta Dilma advirtió que las respuestas represivas sólo agudizan los conflictos y aíslan a los gobiernos.
En el mismo sentido, los gobernantes de nueve ciudades capitales ya decidieron bajar el precio del transporte. Es sólo un comienzo. Para ser consistente, es necesario que las dos narrativas (la democracia participativa y la inclusión social intercultural) retomen el dinamismo que alguna vez tuvieron. Si así fuera, Brasil le estará demostrando al mundo que sólo vale la pena pagar el precio del progreso profundizando la democracia, redistribuyendo la riqueza generada y reconociendo las diferencias culturales y políticas de aquellos para los que el progreso sin dignidad es retroceso.

* Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra.

segunda-feira, junho 24, 2013

Da série: velho precoce de saco cheio quer polêmica!

Parte 2

Realmente não há mais dúvidas de que pessoas estão sendo pagas para provocar pânico, roubar e quebrar indiscriminadamente. Alguns falam em 20 reais, 30 reais por dia para cada jovem. Os lugares e pessoas atacadas ilustram e provam essa constatação, o status do 'mercenário' clássico ganha outro perfil nesses eventos, o do pobre marginalizado e já envolto na criminalidade. Cenário complexo em que a condição dos sujeitos os induz ingenuamente a cumprir um papel ainda mais vulnerável em uma relação de força desproporcional. (Sistema que pune quem já "cumpre pena de vida" como diz o poeta). Fora isso a manifestação foi importante porque assumiu um lado em Poa, sindicados, partidos e entidades de esquerda se somaram e rechaçaram qualquer veia golpista e conservadora que poderia se destacar. 
Desafio que fica é saber quem está por traz desse patrocínio irresponsável e criminoso que  justifica a violência policial generalizada e coloca a opinião pública contra as manifestações que vêm politizando o país. 

Nova série: velho precoce de saco cheio quer polêmica!

Queridos cantar hino é ridículo, se for o do Rio Grande do Sul é duplamente ridículo porque ele é fantasioso e racista.

Carregar bandeira do Brasil é se pintar de verde e amarelo é ridículo para manifestações (para torcer pelo Brasil em estádios tem sentido). Verde e amarelo é a cor da bandeira porque era a cor do Brasão dos Bragança, família real do império Português que colonizou o Brasil, escravizou africanos e os  indígenas que não foram mortos. 

O nacionalismo expressado por essas atitudes não pode levar a nenhum encaminhamento positivo, nunca levou. Esses símbolos são militaristas e colonialistas. O Fantástico da rede globo adorou as bandeiras, os hinos e principalmente a ojeriza generalizada aos partidos. 

Se você ao ser questionado sobre o porque está protestando responde: "contra a corrupção, contra a roubalheira, contra os políticos, por mais saúde e educação" leia mais e depois leia mais e daí converse e leia mais um pouco. Demandas não objetivas e vagas denunciam nossos limites de compreensão, informação não é conhecimento e nossa geração ta vivendo essa dialética nas mentes. 

Usar máscaras e camisas brancas também é ridículo, usar a máscara do Guy Fawks (anarquista que tentou explodir o parlamento britânico) sem ser anarquista é contraditório e tão igual a usar camisetas do Che e não ser de esquerda, é moda! O discurso da paz, de usar branco é esvaziado hoje, a violência existe para além das manifestações e dos atos de depredação, ela existe todos dias e em muitos lugares. 

Os manuais sobre o manifestante idiota que quer impeachment e outras bobagens estão circulando e são muito didáticos, vamos lê-los. 

A esquerda organizada em sindicatos, partidos, entidades e a esquerda independente, os jovens e trabalhadores são os protagonistas das manifestações desde que elas eram modestas sobre as passagens, pelo menos em Porto Alegre.

Estamos em um período bom para ser repetitivos, esse grupo mencionado acima não acordou agora, ta há um bom tempo levantando as demandas e pautas que muitos descobriram suas somente agora. Pautas essas que muitos ainda nem sabe se são suas, mas que já reivindicam, o que do ponto de vista político é bom, porque é movimento, é mudança. E as mudanças não são lineares, não são "no amor", "na paz" elas desacomodam.





sábado, junho 22, 2013

Professor da UFRJ e presidente da Adufrj-SSind, Mauro Iasi analisa o gri...

Aos amigos ativistas de esquerda que estão confusos neste momento

Em todas as grandes mobilizações mundiais que eu tenho notícia a ultradireita esteve presente. Na França, Le Pein e cia, além dos votos em urna, tiverem representantes nas ruas para fazer valer sua opinião. Na Grécia, a ultradireita neonazista compareceu aos atos em grandes blocos. Tiveram muitos votos na urna também. Na Espanha, Portugal e Itália também.
O Brasil vive uma crise. O povo está puto e insatisfeito e não há saídas organizadas e unânimes para ela. A ultradireita está disputando nas ruas sua política, que passa por afastar o “mal do comunismo” da massa. Eles são espertos, se escondem atrás de um sentimento generalizado de insatisfação contra os partidos. Este setor é um câncer para as manifestações e precisa ser denunciado e combatido. Estou certa que eles são uma minoria. Militarmente organizados, e por isso parecem fortes, mas uma minoria.
Mas dois graves erros se reproduzem neste momento.
O primeiro é achar que os milhões que saíram às ruas estão organizados com esta ultradireita. É uma grande miopia. O povo rechaça os partidos porque não confia nos métodos tradicionais de se fazer política. Não confia nos velhos partidos brasileiros que sempre governaram para poucos. Desiludiram-se com a esquerda quando o PT traiu a confiança da massa. Em quem eles vão confiar agora? Eles não confiam em ninguém, porque as grandes referências partidárias no país os traíram. Infelizmente, a maioria da massa não pôde fazer a experiência com os demais partidos de esquerda. Convenhamos, a esquerda consequente no país ainda é nanica. Vocês se esqueceram disso? Na confusão e na falta de informação o povo rechaça o partido como forma, porque não sabe diferenciar ainda em conteúdo as distintas formas de partido. Aqueles que bradam para baixar as bandeiras fazem porque não se identificam com partido nenhum. O único sentido de pertencimento é ao Brasil como pátria. Mas este fato não quer dizer que esta massa defende o golpe militar no país, um partido único, o Collor, o AI-2, ou sei lá o quê.
Essas pessoas são os seus primos que nunca foram em ato nenhum, a sua mãe, a sua tia, o seu amigo que achava uma bobagem toda a sua atividade política. Os colegas da escola. Mas quais oportunidades estas pessoas puderam debater com a esquerda? Quantas vezes essas pessoas se reuniram conosco? Nenhuma. Nunca.
Daí vem o segundo erro. Essa gente confusa, cheia de dúvidas decide sair às ruas. E parte da esquerda que nunca esteve acostumada a debater com tanta opinião distinta se assusta e começa a defender o fim das manifestações. Ou ainda, começa a propor que a esquerda não saia mais às ruas. Vocês ficaram loucos?
Vocês acham que estas pessoas vieram da onde? Um contingente de milhões de aliens que a direita trouxe de Marte para dar o Golpe no país? Essas pessoas são o cobrador do ônibus, ou o filho dele. O taxista, ou os netos dele. A atendente do Mc Donalds, ou os primos dela. A telefonista do telemarketing, ou os amigos dela. O nerd da sala, que nunca nem abria a boca pra falar de política, ou os amigos errepegistas dele. Essa multidão é gente nem de esquerda e nem direita que saiu às ruas para protestar. E agora que eles saíram vocês pedem pra voltar? Acusam de golpistas de direita? Vocês só podem estar loucos. Ou mal acostumados. Nas ruas a esquerda convicta é minoria mesmo. Mas não era assim antes? Nas ruas tem a direita, a esquerda, os confusos, os nem isso nem aquilo, os ambas as coisas. Mas não era assim antes? Mas agora essa gente toda está na rua. E você, com seu preconceito de classe média ilustrada, os acusa de bando de ignorantes, mal-educados e direitosos.
Como eles não são e não pensam como você, você desiste e volta a se contentar com seu Facebook. Jesus apague a luz, os coxinhas não estão nas ruas segurando a bandeira do Brasil e com a cara pintada de verde e amarelo. Eles estão vestindo camisetas vermelhas com a cara do Che Guevera. Que mundo estranho, isso sim está me deixando confusa. Mas eu prefiro seguir nas ruas, é lá que as dúvidas serão tiradas a limpo.
Fraternalmente,
Nathalie Drumond, GTN Juntos!

E o povo foi para a rua


por Elaine tavares - jornalista, de Florianópolis.

A luta de classe, já dizia o velho Marx, é isso mesmo: luta. Uma batalha entre aqueles que detêm os meios de produção contra os que são oprimidos por eles. Nesse confronto, as forças geralmente são desiguais porque os que dominam têm também o controle das forças armadas, a força bruta, a repressão. Por isso que, para vencer, os oprimidos só podem usar o que têm: "seus corpos nus", como dizia o grande repórter Marcos Faermann. Então, sem o recurso das armas só quando muitos corpos se unem numa mesma luta, é possível vencer a força bruta. Assim, a revolução!...
Mas, a revolução tampouco é coisa que nasce do nada. Ela é o acúmulo de anos e anos de medos, dores, ódios, amores, mortes, violências. As coisas vão acumulando nas camadas mais pobres da população, entre os oprimidos, até que um dia, um motivo torpe, uma coisa de nada, acende o estopim, e tudo começar a arder. Quem não se lembra de 1968, na França, quando uma manifestação estudantil contra a divisão de dormitórios, acendeu o pavio de um movimento gigantesco, que mudou a cara do mundo no que diz respeito aos costumes, à cultura e até à política. Não chegou a ser uma revolução, mas alavancou transformações importantes.
Ontem, no Brasil, a população viu o que não via há tempos. Multidões nas ruas, reivindicando, exigindo direitos, protestando. Começou como um dos tantos protestos contra o aumento de tarifas, teve uma reação fora de propósito pela polícia paulista e gerou uma onda incontrolável de manifestações. É um estopim.
Muitos analistas falam da falta de foco do movimento. Cada um protesta por uma coisa diferente. As reivindicações são difusas e não convergem para um propósito único, capaz de provocar uma fissura realmente considerável no sistema. Isso de fato é verdade. Há uma gana por dizer a palavra, há tantas coisas a reivindicar e isso tende a diluir as vitórias. Só que como as manifestações estão sendo feitas por gente, o resultado de tudo isso ainda é inalcançável. Tudo pode acontecer.
Tive a oportunidade de acompanhar algumas das grandes manifestações que ocorreram no mundo nos últimos anos. Estive na Grécia, nas greves gerais, quando milhões de pessoas saíram às ruas contra os "ajustes" impostos pelos bancos que levaram o país a bancarrota. Estive na Praça do Sol, na Espanha, vendo milhões a caminhar contra o arrocho provocado pela mesma crise que atingiu a Grécia. Estive na cidade do Cairo quando a multidão saiu às ruas para celebrar um ano da queda de Mubarack.  Em cada um desses lugares, os milhões de manifestantes ( e tantos mortos) lograram poucas mudanças. A Grécia segue aprofundando as medidas de recessão, a Espanha elegeu um presidente da direita que também penaliza as gentes e o Egito ainda segue tentando garantir alguma transformação. Em todos esses momentos também foi possível observar as reivindicações difusas, as divisões internas, a intervenção "providencial" da direita. Porque a luta de classe é assim mesmo: batalha de duas concepções divergentes. E quando as gentes ocupam as ruas, a classe dominante sabe que também tem de sair, usurpando bandeiras e confundindo as mentes. Quando a força bruta perde eficácia, a classe dominante usa a confusão, usa a alienação mental potencializada pela mídia comercial a seu serviço, infiltra gente para fazer ações de desestabilização ou incita a que as façam. A batalha é feroz.  
Mas, tudo isso não pode fazer com que o sentido da revolta seja diminuído. Num mundo onde as pessoas são diuturnamente bombardeadas com informações alienantes e desestruturastes, seja na escola, na mídia, nos diversos grupos sociais, é natural que os desejos de transformação sejam parciais, difusos, variados. Todo o sistema funciona no sentido de manter a mente das pessoas prisioneira da ideologia de que no capitalismo, em algum momento, se elas trabalharem direitinho, chegarão "lá". O que significa chegar a um nível de consumo capaz de satisfazer todos os desejos de vida boa e bonita.
Mas, no capitalismo, esse chegar lá é individual, depende de cada um. Daí a sua sedução. E essa mentira, repetida tantas vezes, em todos os veículos de transmissão da ideologia da classe dominante, vai se fazendo realidade. A classe dominante aprova e incentiva a formação de grupos diversos, para que as reivindicações fiquem mesmo difusas: negros, mulheres, LGBT, funcionários público, trabalhadores privados, familiares de presos, ecologistas, pela liberação da maconha, contra a corrupção. Assim, divididos e sem um corte de classe definido, fica bem mais fácil de controlar.
Só que chega um dia, como ontem, que essas gentes divididas entre tantas reivindicações segmentadas se juntam e caminham em uníssono. É onde nasce a possibilidade do ainda-não. É um momento único de explosão da consciência de classe. De alguma forma, todos ali na caminhada são oprimidos, estão enfrentando o mesmo aparato repressor, se enfrentam com um única classe dominante. É a luta de classe.
O que pode acontecer depois desses momentos de elevação da consciência de classe não há como saber. Pode ser apenas um momento de acumulação de força, de crescimento da consciência, de reconhecimento sobre quem é a elite dominante e como age para manter  o controle. O fato é que a consciência de classe só pode brotar desses instantes únicos, de comunhão, de povo unido na rua. Ela não pode ser incutida pelo discurso, pelos cursos de formação. Ela só pode brotar assim, na práxis, no enfrentamento da vida mesma.  As ruas do Brasil se encheram ontem, de jovens, de velhos, de trabalhadores, de crianças, de gente querendo mudanças. Como um dia, num passado bem próximo,  se encheram pela anistia, pelas diretas, pela queda de Collor. Foi um momento lindo, bonito de se ver e viver.
Agora, nos palácios, governantes e aqueles que os governam, já ensaiam sua reação. Que virá. As tarifas vão baixar e eles esperarão para contabilizar os estragos, para observar as rachaduras no muro ideológico, sempre com o cimento na mão. Para nós, que estamos do outro lado também será tempo de observar onde avançou a consciência de classe e seguir, sempre prontos para o combate. 

sexta-feira, junho 21, 2013

Choveu Bomba em Porto Alegre

Porque a RBS mente?



A RBS se mantêm desonesta na sua cobertura das manifestações por uma razão muito simples. Esconde que sempre o começo da violência se dá quando a manifestação quer passar pela Zero Hora. Não menciona que a maioria das 20 mil pessoas nas ruas odeia a RBS, não diz que grande parte dos manifestantes querem protestas lá na frente sim. Não informa a população que parte dos manifestantes quer quebrar a RBS sim, e que outra parte minoritária quer destruir cada metro da Zero Hora sim. Porque essas pessoas querem isso? Esse é o cerne da questão. A razão principal que desencadeia todos atos de depredação que a RBS reproduz inúmeras vezes é a proteção que a RBS recebe, já que quem quer e vai quebrar as coisas de qualquer modo quer quebrar a RBS, não podendo fazer isso, quebra outras coisas. Essa informação é sonegada pela RBS, e é fundamental para se compreender sociologicamente a situação colocada. Outros lugares perto da ZH com gente dentro, foram depredados e a polícia não interviu. Com isso estou fazendo uma análise dos fatos, não é uma questão de concordar ou não com violência, esse maniqueísmo é simplificador. Nunca quebrei nada, estive em manifestações de várias matizes, provavelmente nunca irei quebrar, isso não faz parte do meu sistema de expressão e não vejo ganhos estratégicos em se depredar qualquer coisa, muito menos quando não há relevância simbólica ao menos. Porém, os sistemas de expressão dos humanos são variados e em um cenário tão complexo e de desigualdades aviltantes tudo pode acontecer. A foto diz mais um pouco daquilo que todos precisam entender.

quinta-feira, junho 20, 2013

Mais debutantes

Reitero o que falei no último texto no blog (link nos comentários) os debutantes em manifestações irão se multiplicar hoje.

Há quem vá protestar contra si mesmo e não sabe, contra seus valores. Ou essas pessoas estão mudando ou não estão entendendo as pautas colocas.

Se essas pessoas podem e estarão nas manifestações aproveito para dizer: não querer militantes de partidos na rua, além de ingênuo é autoritário.

Para ficar bem claro: sem PSOL, PSTU e PCB os protestos nunca atingiriam a dimensão ora vista no Brasil. 

Deve-se respeitar e reconhecer quem está nas ruas e nas lutas de base todos os dias, por várias causas e não somente quando convêm. 

Os sem-partido como eu podem ser a maioria e fazer valer suas demandas independentes sem nenhum prejuízo.

Membros de partidos como PCdoB e PT que são base do governo tem o direito de estarem lá, apesar de suas presenças representarem flagrante contradição, tendo em vista que estão inseridos na condução direta de políticas e condutas criticadas, como a Copa por exemplo. Coragem deles nessa incoerência.

Pessoas que não combinam com as reivindicações do movimento que está nas ruas estarão lá, não são à esquerda dos governos atuais orientação essa que dá origem as manifestações. (Sim existe claramente ainda direita e esquerda). Inclusive os claramente infiltrados "bem vestidinhos" que incitam agressões. 

Esses sujeitos me representam bem menos do que os "vândalos" e "baderneiros" repudiados pela mídia, pela classe média que pensa ter poder de autoridade para impedir a participação de partidos, se deve controlar atos violentos (como se fosse possível em manifestações grandiosas e com a polícia presente) entre outras coisas. 

Um salve aos novos tempos e a diversidade. Próxima marcha do MST, do MTD, dos funcionários públicos em greve convido os debutantes de segunda-feira passada e os de hoje a participarem. 

quarta-feira, junho 19, 2013

Os debutantes nas manifestações

Segunda-feira, dia 17 de junho de 2013 o Brasil se impactou.

Muitos debutaram em protestos nesse dia, parcela significativa. O volume de gente impressionou.

O povo não acordou, como cantamos na rua em coro. O povo ta acordado há tempos, e acorda cedo e pega ônibus todos dias.

Manifestações de diferentes movimentos sociais acontecem desde sempre. O MST faz marchas, os municipários de POA estão na rua com frequência, o Cpers faz caminhadas significativas. Marchas temáticas (vadias, maconha, gay) se multiplicam e mesmo os primeiros protestos contra o aumento das passagens não eram atos em que os debutantes de sentiam representados. 

A mídia hegemônica comprou os protestos e quer resignificar sua pseudoparcialidade, isso motivou muitos a irem para a rua. 

Ir para rua, independente da razão é positivo, é viver, conversar, se expor e se alimentar de vida política e ideias.

Muitos pensam que protestam contra a corrupção promovida pela administração pública e entendem que isso justifica privatizações, que o Estado deve diminuir, quando se quer o contrário, que se aperfeiçoe  a administração da coisa pública e se inverta prioridade com mais intervenção do Estado.

Alguns acham também que protestam contra a política em si, quando na verdade estão em uma ação política paradigmática.

Reacionários estão lá cantando junto com militantes legítimos dos movimentos populares e com a classe média informada. Isso é novo e sinaliza alguns riscos.

A  direita que não tem gente e não tem discurso vai tentar construir a oposição ao governo Dilma com base nesses eventos também. 

A esquerda, na sua multiplicidade, fará também sua oposição, essa legítima do ponto de vista das demandas e da análise. Espero que não se confundam as oposições e nem se caia em armadilhas unificadoras quando da questão eleitoral.

Os protestos dizem tanto que não cabem em definições e conceituações apressadas. As redes sociais são formativas, organizativas e desalienantes em grande medida, mas mudanças concretas estão sendo vistas quando do espaço público virtual transitamos para o espaço público reais. 

Os canais de participação da nossa frágil e nova democracia e o sistema político estão sendo colocas em xeque. Há uma velocidade instaurada nas demandas e na exigência de resultados que partidos e a organização política do Estado estão longe de acompanhar. 

Um evento social de massas, um encontro plural em que se vê reações das mais criativas até as mais agressivas, nada que a periferia das grandes cidades não viva para tocar a vida com frequência. 

A capacidade de mobilização está dando um salto qualitativo com esses exemplos, caso algum problema significativo ocorra ou uma pauta ganhe força, em algumas horas serão milhares. 

E o preconceito com protestos e ações reivindicatórias que os debutantes tinham vai se apagando, como pode estar acontecendo com o preconceito dos pais e avós deles. 

Torço que os debutantes se interessem por outras causas, que saibamos não cair no conto da Globo arrependida e pacifista, bem como no discurso dos reacionários infiltrados. 

Os anseios não são só de "cobrar as autoridades", são vontades de dizer que se sabe alguns caminhos e que se quer participar da construção de um outro modo de gerir a coisa pública. 

As prioridades das políticas públicas em inúmeras áreas e sua eficácia, bem como as relações das instituições públicas e seus orçamentos com a iniciativa privada nacional e internacional  não representam a população.

A noção de consenso político que se erigiu nos governos do PT não é mais suficiente para esconder a insistente desigualdade social e os graves problemas dos serviços públicos. Esse consenso está com muita dificuldade de oferecer alternativas aos problemas fundantes do país.

A vida, as praças, os partidos (momento didático para diferenciarmos os partidos), o Estado estão aí, para serem reinventados pelas resistências, os movimentos sociais populares e os debutantes que tomara aumentem de número. 



domingo, junho 16, 2013

O que eu sei e o que não sei sobre as manifestações pelo passe livre

Por Luiz Eduardo Soares em seu site. 

Diante de um fenômeno que rompe a rotina e surpreende a expectativa de estabilidade, as reações individuais são as mais variadas. Entretanto, de um modo geral, o primeiro impulso é defensivo e visa a auto-conservação. Qualquer mudança nos ameaça porque traz consigo a fantasia de que nosso mundo pessoal tão precário e incerto está em risco e pode ruir a qualquer momento. Essa fantasia provém da radical insegurança que nos é constitutiva, seres mortais que somos. Não apenas a vida humana é frágil como aquilo que chamamos “realidade” é débil e movediço. Para sustentar-se, nossa “realidade” precisa dos outros, do olhar alheio, de seu reconhecimento, de sua confiança, da reiteração de manifestações de amor, amizade e respeito. A “realidade” depende das redes sociais que tecem afetos, valores, símbolos e ideias, tudo isso embrulhado em narrativas cotidianas verossímeis para o conjunto dos interlocutores.

Por isso, a ruptura do movimento contínuo e previsível da vida –que só é contínuo e previsível em nossa fabulação amedrontada, insegura e defensiva—suscita em nós respostas que negam ou exorcizam a mudança. Nesse sentido, há um complô conservador em cada um de nós –e entre nós– contra a mudança, ocorra ela em nós, nos outros ou na sociedade –como escrevi em um capítulo conhecido do Cabeça de Porco.

O que significam, nesse contexto, negar e exorcizar? Negar não significa recusar-se a admitir a existência de fatos, mas sua novidade, sua diferença. Exorcizar quer dizer livrar-se do embaraço que assusta e ameaça nossas crenças, nossa estabilidade, interior e exterior. Qual a melhor maneira de fazer ao mesmo tempo as duas coisas, negar e exorcizar? Explicando. Sobretudo, explicando com as categorias já conhecidas, disponíveis em nosso repertório de crenças e teorias. Quando eu explico um fenômeno novo, o teor de novidade deixa de perturbar meus esquemas cognitivos e valorativos, e as ideias que me ligam aos outros e àquilo que considero a realidade. Minha sanidade, a solidez de minhas verdades, principalmente a solidez de mim mesmo como sujeito, tudo isso salva-se com a explicação, quando, insisto, e apenas quando ela não coloca em dúvida seus próprios pressupostos ou métodos, seu próprio estoque de ideias prontas. O evento, em sua novidade, infiltra um excedente em nossa sensibilidade, em nossas ideias, em nossas emoções e percepções. Por outro lado, prestando um serviço a nosso aparato de autodefesa, a explicação domestica a diferença, circunscreve seu potencial subversivo e sua força questionadora. Meu argumento é simples: se um evento coloca um problema para meus esquemas mentais e práticos, deixa de fazê-lo quando estes últimos demonstram a capacidade de descrevê-lo (e integrá-lo) sem que haja resíduos, sem que seja necessária a invenção de novas estratégias descritivas e práticas, novas categorias e procedimentos. Na verdade, em vez de conhecimento, estaria em jogo apenas a confirmação de meu repertório prático, moral, ideológico e cognitivo.

Estas reflexões não pretendem ser o elogio à ignorância ou a crítica obscurantista ao conhecimento. Pelo contrário, visam distinguir a tarefa do conhecimento do comodismo classificatório reassegurador, que nos impede de olhar com os olhos de ver, de escutar para ouvir, projetando menos o que já sabemos ou supomos fazer, e nos abrindo à positividade desafiadora do evento em sua contingência: ação, protagonismos reconfigurando arenas e relações. O ponto a destacar é o seguinte: explicações que funcionam como meras consagrações do que já se sabe –ou se supõe saber—não produzem conhecimento. Se o propósito é conhecer, devemos buscar a compreensão autorreflexiva, a desnaturalização das imagens já constituídas e das descrições correntes. Até porque, nesse campo, todo esforço de entendimento, toda interpretação é também intervenção, é também ação social, uma vez que os intérpretes participamos da atribuição de significado aos fatos. Portanto, a atitude amiga do conhecimento deve exercitar os limites do saber e, onde há limites, há pelo menos dois espaços, ou seja, para abordar o que ignoro, devo afirmar o que sei, ou julgo saber.

Contemplemos o objeto que nos interroga, tanto quanto o interrogamos: os eventos em que milhares ocupam as ruas de várias cidades brasileiras, protestando contra o aumento de tarifa do transporte coletivo. O que ousaria dizer que sei a seu respeito? O que não sei?, ou melhor, que boas perguntas posso formular para as quais não disponho de respostas?

I. Sobre o universo temático das manifestações:

Sei que o aumento de tarifas afeta a maioria e que atinge o bolso dos trabalhadores em um momento marcado pelo aumento da inflação. Sei que o poder executivo, nas três esferas (municipal, estadual e federal), adotou mecanismos de proteção aos interesses populares, postergando uma medida que dificilmente seria evitável. Esse fato tornou a elevação dessas tarifas um fato raro, especial, destacado, descolando-o da expectativa internalizada relativa à dinâmica geral dos preços de alimentos e serviços. Sei que o valor do transporte é apenas a cabeça de um imenso iceberg, formado por sua qualidade e pelo verdadeiro drama em que se converteu a mobilidade urbana –e não só em São Paulo e no Rio de Janeiro. Sei, portanto, que a cadeia metonímica no imaginário individual e coletivo transporta os significados do preço da tarifa às jornadas desumanas a que os trabalhadores têm sido submetidos, estendendo-se daí a outros aspectos negativos da experiência popular nas cidades: a precariedade do emprego ou do trabalho, as condições desiguais de moradia, saúde, educação, segurança e acesso à Justiça.

Os elos de contiguidade simbólica e política conectam problemas entre si, acentuando sua marca permanente: a desigualdade. E o fazem em um contexto normativo e institucional, o Estado democrático de direito, no qual o princípio cantado em prosa e verso é a equidade. Por isso, os significados negativos se agravam, acentuando a intensidade emocional em que são apreendidos e comunicados: eles se destacam porque remetem à desigualdade, a qual contrasta fortemento com as expectativas geradas pelo pacto constitucional. Afinal, a conversa sobre cidadania é ou não para valer?

Há ainda cinco tópicos conectados na teia metonímica: (a) os chamados grandes eventos esportivos, e um religioso, que dominam o calendário oficial e governam as agendas dos governos, sinalizando prosperidade e abundância, uma vez que bilhões são investidos, em descompasso com demandas por equidade e qualidade de vida. (b) O modelo econômico parece ter feito o desenvolvimento refém da indústria automobilística, na contramão do que seria racional para reduzir o caos urbano, que obstrui a mobilidade, afetando os interesses de todos, em especial dos que dispõem de menos recursos e alternativas. (c) A reputação dos políticos permanece negativa e o ceticismo popular esvazia a legitimidade do instituto da representação, sem que as lideranças dêem mostras de compreender a magnitude do abismo que se abriu –e aprofunda-se, celeremente– entre a institucionalidade política e a opinião da maioria. As denúncias de corrupção se sucedem, endossando a visão negativa que, injustamente, mas compreensivelmente, generaliza-se. (d) O executivo prestigiado, em contexto de dinamismo econômico, pleno emprego e redução de desigualdades, sob a aura carismática de Lula, freiou o desgaste do Estado, já avançado em sua face parlamentar. Quando o modelo começa a dar sinais de que está claudicando, a corrosão contamina a legitimidade (a credibilidade) de todas as áreas do Estado. (e) Tocqueville nos ensinou que os grupos sociais mais dispostos a agir e reagir não são os mais pobres e impotentes, mas aqueles que têm o que perder. Isso significa que os avanços sociais das últimas duas décadas ampliaram a faixa da população potencialmente disposta a resistir ante o risco de perda. Aqueles que ascenderam não entregarão sem luta suas conquistas.

Outro aspecto que me parece decisivo é o acesso à internet, a participação em redes e a fixação de um modelo globalizado de tomada dos espaços públicos como método de democracia direta ou de ação política não mediada por instituições, partidos e representantes. Evidentemente, o modelo remete à ideia clássica da democracia direta como tipo ideal, sem cumpri-lo inteiramente, uma vez que as mediações nunca deixam de atuar, conectando diferentes procedimentos à energia da massa nas praças. O que conta, neste cenário dramatúrgico, são a memória idealizada e a linguagem comum, como se os eventos se citassem mutuamente, construindo uma constelação virtual de hiperlinks. Nesse contexto, tornam-se possíveis o orgulho, a vaidade, a máscara do heroi cívico, a política vivida em grupo como entretenimento cult antipolítico (mas também risco iminente de morte), a experiência gregária fraterna (ante um inimigo tão abstrato e fantasmático quanto óbvio e imediato, com o rosto policial e o sentido da tragédia), experiência que enche o coração de júbilo, exaltando os sentimentos e os elevando a uma escala quase espiritual, a convicção de que se pode prescindir de propostas e metas, ou da negociação de métodos para inscrever o curso da prática na vida da cidade, não só no chão das ruas.

II. Sobre os manifestantes:

São muitos e diversos, e seus propósitos são múltiplos. São grupos semi-organizados que debatem as opções nas redes sociais, são aqueles atraídos para a praça por solidariedade, a qual se fortalece não porque o tema principal, o preço da tarifa, mobilize intensamente, mas porque a brutalidade policial, isto é, a violência do Estado suscita a coesão dos que a repudiam –e, de novo, nesse repúdio estende-se toda a cadeia metonímica referida. Há, é claro, como é natural e inevitável, militantes políticos que percebem a oportunidade de enfraquecer os adversários que estão no poder, considerando-se a visibilidade do país e dos governos estaduais e municipais, na conjuntura em que transcorrem os grandes eventos esportivos e religioso. Há o cidadão comum, revoltado com a tarifa, a (i)mobilidade urbana, a qualidade dos serviços públicos e o rosários de problemas já elencados. Haverá sempre alguns provocadores, animados pelas mais variadas motivações, em um ambiente caracterizado pela falta de lideranças claramente reconhecidas ou consensuais e pela falta de experiência ou de expertise nessa modalidade de ação coletiva, o que favorece a ação daqueles dispostos a ações violentas, obviamente minoritários e deslocados. Neste ponto, sublinhe-se a falta que faz o PT na oposição, ou a falta que faz qualquer partido popular não cooptado. Por mais que sejamos críticos da forma partido, é indiscutível sua importância na transmissão de experiências acumuladas e na formação da militância. Até a linguagem das massas nas ruas tem sua gramática. A espontaneidade é a energia, mas a organização a potencializa e canaliza.

III. Sobre o Estado, em suas diversas instâncias, em especial, as polícias:

Sei que as polícias militares agiram, sobretudo em São Paulo, com brutalidade criminosa e, desafortunadamente, como é de praxe, seu comportamento foi defendido pelo governador, reproduzindo a postura que tem promovido a impunidade dos policiais que cometem execuções extra-judiciais. Sei também que a polícia militar organizada como exército está condenada a inviabilizar-se como instrumento a serviço da cidadania e da garantia de direitos. Sei que é injusto acusar os policiais, individualmente, ainda que cada indivíduo deva ser responsabilizado por seus atos. Seus atos exprimem a orientação que recebem e a educação corporativa, o que amplia o espectro da responsabilidade por ações criminosas, incluindo as instituições policiais e os governos.

IV. O que não sei:

Este é o tópico decisivo. Não sei o que há a mais nas manifestações (mas sei que há), além do que pude ver, apoiado no que o meu esquema cognitivo me permite ver. Ou seja, não sei o que esse movimento, em sua heterogeneidade, está inventando e nos está dizendo, e está dizendo a si mesmo, ao constituir-se. Não sei que narrativa nova produzirá, ou melhor, já produziu. E aqui estão as perguntas que me parecem chave: por que, no marasmo gerado pelo ceticismo político, tantos vão às ruas, apaixonando-se pela ação coletiva, correndo risco de ferir-se, ou mesmo morrer, ou de ser preso? Qual o novo sentido de um grupo que se forja nas redes e nas ruas, tecendo sua unidade na diferença, caminhando lado a lado, experimentando uma solidariedade de outro tipo, uma fraternidade sem bandeiras, a despeito da (e por causa da) multiplicidade de desejos provavelmente muito diferentes e objetivos difusos?

A força da multidão foi reencontrada pelos jovens e pelos cidadãos que passam perto e se deixam atrair pelo magnetismo de um pertencimento precário, provisório, sem rosto, mas com alma. Que alma tem o movimento? Sim, intuo, suponho, sinto que ele tem alma, isto é, uma unidade toda sua –não verbalizada– e uma personalidade. Intuo que esta alma não seja aquela que se derivaria –como o negativo ou o avesso– de uma comparação com o que sabemos: não sendo, o movimento, organizado ao modo antigo, deduzir-se-ia que seria inorgânico; não tendo uma plataforma clara e uma visão compartilhada que incorporasse as mediações, deduzir-se-ia que seria irracional, despolitizado, quando não selvagem. As visões negativas correspondem ao preenchimento das lacunas de nossa ignorância com as figuras do que já sabemos. Creio que nos conviria optar pela humildade, em vez de precipitarmo-nos em julgamentos e análises. Não me parece razoável dizer o que o movimento não é, tomando as gerações passadas por molde e vendo como irrealização e incompletude aquilo que é simplesmente diferente e ainda não conseguimos compreender. Há no movimento magnetismo, há conexão metonímica com questões centrais para o Brasil e o mundo, há um diálogo tácito, consciente e inconsciente, com a humanidade em escala planetária, com nossa memória social e com a tradição de nossa cultura política. Há coragem de perder o medo e de renunciar à apatia. Há, nesses eventos, no movimento pelo passe livre, ou dê-se a ele o nome que se queira, a disposição de aprender, fazendo. Há coragem para criar e, portanto, para errar. De nossa parte, os anciãos e os governantes, autorreferidos e inseguros, ameaçados em nossos esquemas cognitivos e práticos, caberia escutar, acompanhar, respeitar, repelir a violência policial (e qualquer outra), admitir nossa ignorância, e considerar a hipótese de que algo novo esteja surgindo e essa novidade talvez seja virtuosa e republicana, quem sabe a reivenção da política democrática. Talvez a melhor forma de escutar seja tentar unir-se ao coro, na rua. Para (re)aprender a falar.

quinta-feira, junho 13, 2013

Os EUA no abismo, de Ellsberg a Snowden

Por Paulo Moreira Leite


A perseguição a Edward Snowden é um episódio típico de nosso tempo. Antigo funcionário da CIA, responsável pela revelação de que o governo americano possui uma máquina de espionagem de dimensões que superam temores que até ontem comentaristas de ar arrogante definiriam como “paranoia”, Snowden é o mais novo fugitivo da liberdade de expressão.

Encontra-se no mesmo patamar no qual o soldado Bradly Manning aguarda julgamento, pelo vazamento de milhares de documentos do Departamento de Estado, que derrubaram diversas máscaras da diplomacia norte-americana. Também lhe faz companhia, claro, Julian Assange, o criador do Wikileaks, até hoje à espera de um salvo conduto na embaixada do Equador em Londres.

O patrono desses personagens típicos da sociedade de comunicação de massas chama-se Daniel Ellsberg, o cidadão que em 1971 fez o favor de revelar, através do New York Times, os célebres papéis do Pentágono. Ali, um conjunto de documentos secretos mostrava que o governo dos EUA sabia perfeitamente que a guerra do Vietnã era uma causa perdida, mas preferia seguir enviando os jovens pobres e negros  da América para a morte em vez de enfrentar a elite imperial americana e negociar uma saída pacífica.

O destino de Ellsberg e de seus sucessores contém lições didáticas sobre nosso tempo.

Ellsberg foi perseguido, julgado – e absolvido. Nos anos 1970, os Estados Unidos estavam em guerra e seu gesto foi tratado como uma traição, pois ele proporcionava “conforto ao inimigo”.  O New York Times foi alvo de censura e, durante duas semanas, impedido de circular, fato raríssimo na história americana.

Mas considerou-se que Ellsberg  tinha o direito de revelar aos cidadãos americanos informações que eram de seu legítimo interesse. Um esforço de agentes secretos da Casa Branca para desmoralizá-lo terminou em fiasco e seus detalhes vieram a público. Descobriu-se que homens de confiança do governo Nixon haviam tentado penetrar em seus arquivos médicos para retratá-lo como louco. Foi mais um motivo para que Ellsberg fosse considerado inocente, deixando o escândalo para entrar na história da luta contra a guerra do Vietnã e da liberdade de expressão.

Quatro décadas depois, a situação é outra. Não há hipótese de Bradley Manning ser considerado inocente, ainda que seja impossível apontar um único caso em que as informações que ajudou a revelar tenham ameaçado vidas humanas ou causado prejuízos a interesses legítimos da política externa americana. Em nenhum momento se demonstrou que Manning não tinha o direito (ou quem sabe o dever) de divulgar as informações a que teve acesso.

Num sintoma do momento político, não se questiona a natureza de suas acusações nem se pergunta se o melhor local para um julgamento onde as liberdades civis estão em jogo é um tribunal militar – onde a questão disciplinar irá sobrepor-se sobre qualquer outra consideração.

Na perseguição a Assange, não falta sequer uma anedota pessoal, como ocorreu com Ellsberg. No caso, é uma obscura acusação de estupro feita na Suécia. 

No mundo de Ellsberg um “traidor” saiu livre do tribunal.

Herbert Marcuse, um dos mestres da contestação nos tempos de Ellsberg, fez uma crítica conhecida da sociedade contemporânea. Dizia que ela criava o homem unidimensional, aquele que não convivia com contradições nem conflitos, enxergando a realidade a partir de suas aparências e mistificações. Marcuse era uma ótima leitura nos anos 1960, mas é curioso imaginar o que poderia ter escrito sobre o mundo de hoje.

Manning, Assange e Snowden não são personagens fora de lugar. São rebeldes num  mundo conformista, onde a democracia costuma ser posta à prova com frequência surpreendente pelo governo norte-americano.

A perseguição implacável aos responsáveis pelo vazamento do Wikileaks e pela reportagem que denunciou o tamanho da espionagem mundial dos EUA fazem parte da mesma máquina que produziu e protege Guantánamo, onde cidadãos acusados de terrorismo foram sequestrados e torturados e já passaram mais de dez anos na prisão.

Como não há provas substanciais contra eles além de  inaceitáveis declarações prestadas sob tortura, que a decência impede que sejam chamadas de “confissões“, palavra que tem o pressuposto de terem como base a verdade, a única atitude razoável seria mandar todos para casa após tanto tempo.

Como ocorria no Vietnã, falta coragem – e força política – para enfrentar os erros e contradições do império.

Não é pura coincidência que pelo menos um personagem  tenha frequentado esses dois momentos.

A abertura dos arquivos das operações contra Ellsberg revelou que nos bastidores do governo Nixon já atuava um assessor presidencial chamado Donald Rumsfeld. Quatro décadas depois, como secretário de Defesa de George W. Bush, Rumsfeld foi denunciado pela liberação da tortura como método de investigação militar depois do 11 de setembro.

O personagem do momento é Barack Obama, que oferece uma nova prova de melancólica fraqueza política para dar um mínimo de coerência entre palavras e atos. Como  Marcuse poderia ter dito, o homem unidimensional atingiu um nível absoluto no governo Obama.

Suas decisões e gestos são movimentos de uma máquina implacável, que avança sobre direitos que se pensava sagrados e devora conquistas de valor histórico.

O desrespeito às liberdades individuais e privacidade de milhões de pessoas mostra uma postura sem freios nem pudores para defender aquilo que a Casa Branca considera seus interesses.

Imagine o destino reservado a quem pretender confrontá-los, não é mesmo?

A própria sociedade americana mudou. Há 40 anos, houve uma reação de solidariedade a favor de Ellsberg. Com o New York Times sob censura, o Washington Post, que havia tomado o furo, passou a divulgar os papéis do Pentágono, oferecidos pelo mesmo Ellsberg. E agora?

Pouco a pouco, muitas publicações que divulgaram os textos do Wikileaks preferiram tomar distância de Julian Assange. 

O julgamento de Bradley Manning ocorre em ambiente de segredo, e isso não gera grande emoção dentro ou fora dos Estados Unidos. Edward Snowden já é descrito como “delator” pelos meios de comunicação – palavra que envolve um juízo negativo e aponta para a criminalização de um gesto político.

Em declaração recente, o já velhinho Ellsberg voltou à cena e declarou que a democracia encontra-se à beira do abismo, nos EUA – e é bom refletir sobre o que ele diz.

Fonte: ISTOÉ

segunda-feira, junho 10, 2013

AOS QUE AINDA SABEM SONHAR

Por Andre Borges Lopes

O fundamental não é lutar pelo direito de fumar maconha em paz na sala da sua casa. O fundamental não é o direito de andar vestida como uma vadia sem ser agredida por machos boçais que acham que têm esse direito porque você está "disponível". O fundamental não é garantir a opção de um aborto assistido para as mulheres que foram vítimas de estupro ou que correm risco de vida. O fundamental não é impedir que a internação compulsória de usuários de drogas se transforme em ferramenta de uma política de higienismo social e eliminação estética do que enfeia a cidade. O fundamental não é lutar contra a venda da pena de morte e da redução da maioridade penal como soluções finais para a violência. O fundamental não é esculachar os torturadores impunes da ditadura. O fundamental não é garantir aos indígenas remanescentes o direito à demarcação das suas reservas de terras. O fundamental não é o aumento de 20 centavos num transporte público que fica a cada dia mais lotado e precário.
O fundamental é que estamos vivendo uma brutal ofensiva do pensamento conservador, que coloca em risco muitas décadas de conquistas civilizatórias da sociedade brasileira.
O fundamental é que sob o manto protetor do "crescimento com redução das desigualdades" fermenta um modelo social que reproduz – agora em escala socialmente ampliada – o que há de pior na sociedade de consumo, individualista ao extremo, competitiva, ostentatória e sem nenhum espaço para a solidariedade.
O fundamental é que a modesta redução da nossa brutal desigualdade social ainda não veio acompanhada por uma esperada redução da violência e da criminalidade, muito pelo contrário. E não há projeto nacional de combate à violência que fuja do discurso meramente repressivo ou da elegia à truculência policial.
O fundamental é que a democratização do acesso ao ensino básico e à universidade por vezes deixam de ser um instrumento de iluminação e arejamento dos indivíduos e da própria sociedade, e são reduzidos a uma promessa de escada para a ascensão social via títulos e diplomas, ao som de sertanejo universitário.
O fundamental é que os políticos e grandes partidos antigamente ditos "libertários" e "de esquerda" hoje abriram mão de disputar ideologicamente os corações e mentes dos jovens e dos novos "incluídos sociais" e se contentam em garantir a fidelidade dos seus votos nas urnas, a cada dois anos.
O fundamental é que os políticos e grandes partidos antigamente ditos "sociais-democratas" já não tem nada a oferecer à juventude além de um neo-udenismo moralista que flerta desavergonhadamente com o autoritarismo e o fascismo mais desbragados.
O fundamental é que a promessa da militância verde e ecológica vai aos poucos rendendo-se aos balcões de negócio da velha política partidária ou ao marketing politicamente correto das grandes corporações.
O fundamental é que os sindicatos, movimentos populares e organizações estudantis estão entregues a um processo de burocratização, aparelhamento e defesa de interesses paroquiais que os torna refratários a uma participação dinâmica, entusiasmada e libertária.
O fundamental é que temos em São Paulo um governo estadual que é francamente conservador e repressivo, ao lado de um governo federal que é supostamente "progressista de coalizão". Mas entre a causa da liberação da maconha e defesa da internação compulsória, ambos escolhem a internação. Entre as prostitutas e a hipocrisia, ambos ficam com a hipocrisia. Entre os índios e os agronegócio, ambos aliam-se aos ruralistas. Entre a velha imprensa embolorada e a efervescência libertária da Internet, ambos namoram com a velha mídia. Entre o estado laico e os votos da bancada evangélica, ambos contemporizam com o Malafaia. Entre Jean Willys e Feliciano, ambos ficam em cima do muro, calculando quem pode lhes render mais votos.
O fundamental é que o temor covarde em expor à luz os crimes e julgar os aqueles agentes de estado que torturaram e mataram durante da ditadura acabou conferindo legitimidade a auto-anistia imposta pelos militares, muitos dos quais hoje se orgulham publicamente dos seus crimes bárbaros – o que nos leva a crer que voltarão a cometê-los se lhes for dada nova oportunidade.
O fundamental é que vivemos numa sociedade que (para usar dois termos anacrônicos) vai ficando cada vez mais bunda-mole e careta. Assustadoramente careta na política, nos costumes e nas liberdades individuais se comparada com os sonhos libertários dos anos 1960, ou mesmo com as esperanças democráticas dos anos 1980. Vivemos uma grande ofensiva do coxismo: conservador nas ideias, conformado no dia-a-dia, revoltadinho no trânsito engarrafado e no teclado do Facebook.
O fundamental é que nenhum grupo político no poder ou fora dele tem hoje qualquer nível mínimo de interlocução com uma parte enorme da molecada – seja nas universidades ou nas periferias – que não se conforma com a falta de perspectivas minimamente interessantes dentro dessa sociedade cada vez mais bundona, careta e medíocre.
Os mesmos indignados que se esgoelam no mundo virtual clamando que a juventude e os estudantes "se levantem" contra o governo e a inação da sociedade, são os primeiros a pedir que a tropa de choque baixe a borracha nos "vagabundos" quando eles fecham a 23 de Maio e atrapalham o deslocamento dos seus SUVs rumo à happy-hour nos Jardins.
Acuados, os políticos "de esquerda" se horrorizam com as cenas de sacos de lixo pegando fogo no meio da rua e se apressam a condenar na TV os atos de "vandalismo", pois morrem de medo que essas fogueiras causem pavor em uma classe média cada vez mais conservadora e isso possa lhes custar preciosos votos na próxima eleição.
Enquanto isso a molecada, no seu saudável inconformismo, vai para as ruas defender – FUNDAMENTALMENTE – o seu direito de sonhar com um mundo diferente. Um mundo onde o ensino, os trens e os ônibus sejam de qualidade e gratuitos para quem deles precisa. Onde os cidadãos tenham autonomia de decidir sobre o que devem e o que não devem fumar ou beber. Onde os índios possam nos mostrar que existem outros modos de vida possíveis nesse planeta, fora da lógica do agribusiness e das safras recordes. Onde crenças e religião sejam assunto de foro íntimo, e não políticas de Estado. Onde cada um possa decidir livremente com quem prefere trepar, casar e compartilhar (ou não) a criação dos filhos. Onde o conceito de Democracia não se resuma à obrigação de digitar meia dúzia de números nas urnas eletrônicas a cada dois anos.
Sempre vai haver quem prefira como modelo de estudante exemplar aquele sujeito valoroso que trabalha na firma das 8 da manhã às 6 da tarde, pega sem reclamar o metrô lotado, encara mais quatro horas de aulas meia-boca numa sala cheia de alunos sonolentos em busca de um canudo de papel, volta para casa dos pais tarde da noite para jantar, dormir e sonhar com um cargo de gerente e um apartamento com varanda gourmet.
Não é meu caso. Não tenho nem sombra de dúvida de que prefiro esses inconformados que atrapalham o trânsito e jogam pedra na polícia. Ainda que eles nos pareçam filhinhos-de-papai, ingênuos em seus sonhos, utópicos em suas propostas, politicamente manobráveis em suas reivindicações, irresponsavelmente seduzidos pelos provocadores de sempre.
Desde a Antiguidade, esses jovens ingênuos e irresponsáveis são o sal da terra, a luz do sol que impede que a humanidade apodreça no bolor da mediocridade, na inércia do conformismo, na falta de sentido do consumismo ostentatório, nas milenares pilantragens travestidas de iluminação espiritual.
Esses moleques que tomam as ruas e dão a cara para bater incomodam porque quebram vidros, depredam ônibus e paralisam o trânsito. Mas incomodam muito mais porque nos obrigam a olhar para dentro das nossas próprias vidas e, nessa hora, descobrimos que desaprendemos a sonhar.

Fonte: Blog do Nassif